V es una estudiante de grado de UC Berkeley. Su padre maltratador había obtenido custodia compartida de ella en tribunales de California, luego de lo cual continuó maltratándola física, sexual y emocionalmente.
La primera vez que golpeó [a mi madre] fue el día en el que nació mi hermano. Desde ese día, los malos tratos se intensificaron. Un día, mi abuela la encontró al pie de la escalera. Mi padre le había dado un puñetazo y la había empujado desde la parte superior. Cuando finalmente escapamos y mi madre inició el divorcio, el juez ordenó que pasáramos dos semanas del mes con mi mamá y dos semanas del mes con mi padre.
Cuando tenía 5 años de edad, mi padre abusaba de mí, y de mi hermano más pequeño. Mi hermano más grande siempre trataba de protegernos, por lo cual recibía las peores palizas. Una vez mi padre me tomó por las orejas y me empujó la cabeza contra una pared, y en diferentes ocasiones golpeó a mi hermano en la cabeza con uno de sus rifles. Esto afectó mucho a mi hermano, y cuando llegó a la adolescencia, comenzó a maltratar físicamente a mi madre y a mí. Una vez que mi madre lo confrontó con su consumo de drogas, mi hermano le hizo una llave de cabeza y le golpeó la cabeza contra una pared repetidamente. A veces, mi madre y yo debíamos dormir en el automóvil, porque mi hermano nos cerraba con llave la puerta de la casa dejándonos afuera. Eso era algo que mi padre solía hacer con mi madre.
Si el FVAP hubiera existido cuando yo era niña y mi madre hubiera podido apelar nuestro caso, mis hermanos y yo nos habríamos evitado años de malos tratos.